lunes, 15 de junio de 2009

Pizza, birra y faso por Brian Yule,

Cuando escuché a esa canción, después de tantos años, pensé en la casa de Kate, en  las tardes de birra y faso. Cada día colmado de esa pequeñas catástrofes de la adolescencia. El olor a marihuana y a protector solar, y tu olor, el de tu pelo, como frutillas.
Y pensé en las noches, cuando subíamos la colina de Pittington para ver las luces de los pueblos cercanos, lleno de hijos de ex-mineros, caminando por las calles tomando sidra barata. Peleándola. Y cuando me dijiste, con la mirada perdida en las pocas luces del área, que te ibas a vivir a París, que querías ser artista y amante de músicos talentosos y drogadictos y después te apoyaste la cabeza en mi hombro.
Y yo dije que sentía estos pueblos y esta tierra como una parte de mí, y vos te reíste y me dijiste que yo era  más sentimental que un borracho viejo. Y sentí tu calor y tu cercanía y pude oler el aroma de tu pelo.
Y bajamos, como siempre, a tiempo para pedir las últimas papas fritas del (Chippy, fish and chip shop) antes de que cerrara.
Hace un año más o menos, me encontré por casualidad a un viejo amigo en una parada de colectivos en la ciudad de Mendoza, y me contó que tenía dos hijos y trabajaba como profesor en la escuela primaria de Pittington. ¿Me pregunto si alguna vez subirás la colina al atardecer y pensarás en mi? A mí todavía me atrae el olor a frutillas.

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