Hace dos años fui por segunda vez a Baja California. Era 21 de diciembre y yo había terminado mis cursos en McGill unos días antes. Tenía 22 años. Mis padres estaban haciendo un paseo por el mar Pácífico en su velero “Circadia” y a esa altura estaban en el mar de Cortez, preparándose para zarpar hacia Polonesia Francesa.
Llegar hasta Baja desde Montreal no fue nada fácil. Primero, tuve que ir a Vancouver para encontrar a mi hermana/encontrarme con, Sophie. Pero al día siguiente/ un día después de haber llegado, hubo una tormenta de nieve tremenda. Allá, en Columbia Británica, la nieve es algo raro, no hay máquinas y a nadie piensa en eso pero ese día la mitad de los vuelos en Vancouver se cancelaron, salvo el nuestro que, supuestamente, iba. Y sí, finalmente, salió. Pero fue después de 3 horas de espera, sobre la pista de aterrisaje, para que el avión pudiera "descongelarse".
Llegamos al aeropuerto de la Ciudad de México a las 9:30 am, demasiado tarde para tomar el vuelo hacia La Paz, que había despegado ya a las 9:00. Encontrar otro vuelo a La Paz fue dificil también. No porque no habláramos español, sino porque la burocracia del aeropuerto era terrible. El problema (y todavía no entiendo por qué exactamente era un problema) era que teníamos vuelos con dos aerolineas: el vuelo de Vancouver-Ciudad de México era con una empresa diferente que el vuelo que iba de Ciudad de México a La Paz. Ningún empleado sabía cómo solucionar la cuestión de cómo encontrar otro vuelo para los dos Canadienses cansados y con frío - porque México está sobre un altiplano, y el aeropuerto no tiene calefacción!
II
La primera había sido cuando era niño. Había ido a Baja con mis padres y mi hermana, como la segunda vez. Baja es una peninsula de clima seco que queda en México, al oeste limita el mar pacífico y al este con el mar de Cortez. Yo tenía 7 años. Del vuelo, recuerdo nada más que el color verde nauseabundo de la pared del avión. De la llegada no me acuerdo nada, pero sé que mi papá había manejado desde Canadá hasta La Paz, y que nos encontró a mi y a mi herman en el aeropuerto.
Fuimos hacia el norte, siguiendo carreteras que a veces entraban en las montañas, otras siguían el litoral. Cada tanto en el costado de la ruta veíamos santuarios que conmemoraban la muerte de alguien. Me fasinaron. Aunque estaban lejos del pueblo, las flores parecian como si las hubieran puesto ahí ese mismo día. Las estátuas dentro de los santuarios tenían colores que parecían resistentes al efecto blanqueador del sol, tampoco estaban manchadas por el polvo del desierto. Mi papá, que había rechazado el Catolicismo después de graduarse del colegio, no quiso parar para verlos. Entonces para mí, los santuarios de Baja Californian eran siempre imágenes casi vistas al pasar/de pasada.
También así conocí la pobreza de Baja California - he visto por la ventana las casas hechas de palos y lona. No me acuerdo si discutimos en la familia las condiciones de vida en Baja. No creo que las hayamos discutido. A mis padres, que les encantan las varias formas hermosas que toman los organismos, querían que viéramos la naturaleza - algo que, igual, hubiera sido imposible ignorar.
Un aspecto de la naturaleza que a mí me interesó mucho fueron los huesos de animales. Había por todas partes. En la tierra, al costado de la carretera ví cráneos, patas y pieles rígidas. En una colina atrás de una playa, encontré un diente de vaca que guardé como si hubiera pertenecido a un dinosaurio. Pero la playa misma era el lugar donde más huesos había. Teníamos que tener cuidado porque los esqueletos de peces eran muy espinosos y a veces estaban enterrados en la arena. Re comunes eran las mandíbulas de tiburones - pero siempre sin dientes, que para mí era una lástima. Había picos de pelícanos, también sin dientes. Me acuerdo que un día fuimos a una playa de huesos, en la cual cavé con mi palita de plástico profundamente sin encontrar arena. De esta playa, me llevé el cráneo de un pájaro de pies azules, cuyo nombre es "boobie." Todavía lo tengo en mi cuarto.
También así conocí la pobreza de Baja California - he visto por la ventana las casas hechas de palos y lona. No me acuerdo si discutimos en la familia las condiciones de vida en Baja. No creo que las hayamos discutido. A mis padres, que les encantan las varias formas hermosas que toman los organismos, querían que viéramos la naturaleza - algo que, igual, hubiera sido imposible ignorar.
Un aspecto de la naturaleza que a mí me interesó mucho fueron los huesos de animales. Había por todas partes. En la tierra, al costado de la carretera ví cráneos, patas y pieles rígidas. En una colina atrás de una playa, encontré un diente de vaca que guardé como si hubiera pertenecido a un dinosaurio. Pero la playa misma era el lugar donde más huesos había. Teníamos que tener cuidado porque los esqueletos de peces eran muy espinosos y a veces estaban enterrados en la arena. Re comunes eran las mandíbulas de tiburones - pero siempre sin dientes, que para mí era una lástima. Había picos de pelícanos, también sin dientes. Me acuerdo que un día fuimos a una playa de huesos, en la cual cavé con mi palita de plástico profundamente sin encontrar arena. De esta playa, me llevé el cráneo de un pájaro de pies azules, cuyo nombre es "boobie." Todavía lo tengo en mi cuarto.
III
Finalmente, después de varias conversaciones complicadas, reservamos dos butacas en un vuelo que salía a las 9 de la tarde. Mientras esperábamos, comimos comida casi caducada y miramos a la gente pasar. Escuché conciertos de piano de Brahms y Rachmaninov. Subimos al avión a las 9:30, y embarcamos poco después. Pero a las 11:00 de la noche, el piloto dijo que necesitábamos volver al aeropuerto de la ciudad de México, porque el de La Paz había cerrado a las 11:00.
Esta noticia produjo en mi hermana una reacción violenta. Porque en ese punto ella no solo había estado viajando durante más de 24 horas y había dormido menos de 4 horas la noche anterior, sino que también quería tanto ver a su novio (que estaba con mis padres en su velero) que no pudo evitar pelearse con el auxiliar, en voz alta y llorando. Luego de aterrisar, de volver al aeropuerte frío otra vez, mi hermana y yo intentamos ir al hotel que nos proveía la aerolinea. Pero no había suficientes combis para todos los pasajeros, y finalmente decidimos dormir sobre la alfombra del aeropuerto, bajo luces fuertes, rodeados por más o menos cincuenta personas, incluyendos cinco o seis familias. Por suerte, teníamos con nosotros los sacos de dormir. Al dia siguiente, finalmente conseguimos llegar a La Paz, donde nos estaba esperando nuestra madre, pero no nuestros bolsos! Fuimos al bote sucios y sin ropa, pero re contentos de estar bajo el sol de Baja California.
Yo estaba todavía desorientado por estar libre de la universidad. Había soñado con ese momento durante años. Me había visto terminando todos mis cursos con buenas notas, habiendo logrado un curiculum poderoso, habiéndome postulado a medicina, disfrutando de la vida sin ninguna preocupación. Pero mis vacaciones en Baja no iban a continuar asi/de ese modo/de esa manera.
IV
Nos quedamos en La Paz hasta que llegaron nuestros bolsos tres días más tarde. Durante esos tres días, Stewart, el supuesto "amigo" de mi hermana, compró una guitarra para poder cantarle a ella. Yo no hice mucho - empecé a leer Cloud Atlas de David Mitchel, un libro que encontré en el buque. Caminé al Super para comprar chocolate amargo (compré todo el que tenían, diez o doce barras). Entré en un negocio donde hacían telas artesanales, miré la gente trabajar en sus telares, e intenté hablar con una vendedora vieja pero no nos entendimos nada. Fui al centro de la ciudad, para comprar un bañador. En mi nuevo bañador azul, fui por el norte, porque había escuchado de unas lindas playas por allá. Después de un rato, me hallé en una villa donde había sendas de arena y casas hechas de palos y lona como las que había visto años antes. Acosado por unos perros, llegué a una playa, atrás de la cual había un esqueleto de un edificio que probablemente, si se hubiera completado, habría sido un hotel. No nadé porque el agua estaba sucia. La Paz está situada en un entrante larga de poca profundidad, entonces el agua de la bahía no se mezcla mucho con el agua del mar.
V
Se dice que la memoria de un tiempo muy anterior, no es exacta. Que la memoria funciona como el "teléfono descompuesto". En una ronda de personas la primera cuchichea al oido de otra una oración cualquiera. La segunda se la pasa a la tercera y así cuando llega a la última persona, la oración es distinta, a veces re distinta, depende de las personas y de la oración. La memoria, se dice, funciona así. Cada vez que te acuerdas de/recuerdas algo, el recuerdo se rehace, como si la persona que eras anteriormente, cuchichiara en tu oido. Si cuchichea algo falso, si el recuerdo se rehace falsamente, es difícil o imposible regresar al original.
En aquellos primeros dias, me di cuenta de que La Paz era el escenario de un escándolo que ya había vivido la primera vez que fui a Baja California. Mis padres, mi hermana, y yo viajábamos en el Velero de unos amigos de Canada, que se llamaba "The Darwin Sound." Después de pasar unos días en las islas del Mar de Cortez, regresamos a La Paz, y anclamos el bote en la bahía. Había seis niños viajando, y seis padres. Cuando atardecía, los niños, como estaban cansandos gracias a las olas y al viento, se durmieron temprano. Los padres fueron en botes a La Paz para cenar. Poco después me desperté en la oscuridad, y por alguna razón, empecé a buscar a mis padres. No estaban abajo. Subí a la cubierta: no había ningun adulto en el borde. Pero, como la Bahía de La Paz es un entrante, y como la marea bajaba, había mucha corriente. Y a mí, me parecia que el buque se trasladaba. Entonces yo me fui a la mierda, y dos minutos después todos los otros niños se fueron a la mierda también, y cuando los padres regresaron, escucharon nuestros gritos desde litoral.
VI
Estuvimos cinco semanas viajando en velero, yendo de isla en isla. Cada isla tenía una personalidad distinta, retos especificos, y secretos propios. Fuimos, por ejemplo, a una isla roja, llena de cactus, donde había una bahía ancha y poco profunda, en la que se concentraban milles de peces del tamaño de un dedo indice/de un pulgar/de una pulgada. Nadamos entre ellos. Había otra isla, con bosques, donde, en el momento de anclar, nuestro velero fue invadido por abejas. Habia abejas en todos los rincones y superficies del buque, y mi madre, creo, las mató de a muchas con una revista. Cuando fuimos al litoral para evitarlas, vimos una tarántula marrón estorbando la senda. En la tercera isla, caminé hasta la hora del crepúsculo en campos dorados, mientras un sinfín de picaflores revoloteaba a mi alrededor.
VII
Finalemente llegaron nuestros bolsos, y fuimos todos a la isla Espiritu Santo, la cual queda a 14 millas de La Paz. Yo quería salir de La Paz. No me gustaba la ciudad; no me sentía cómodo en La Paz. Creía que cuando me hallara en la naturaleza, estaría contento. Pero no sabía, en aquel punto, como no puedo ahora prever lo que me pondrá contento en el futuro...
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